Muchos de nuestros amigos y clientes todavía definen las alternativas ceremoniales que les proponemos como un “paripé”. Es un término con el que no nos identificamos y del que queremos escapar en honor a la importante y fundamental labor social que creemos realizar.
El paripé es una simulación, un fingimiento, así lo define el diccionario. Y de ninguna manera nuestro trabajo pretende simular o fingir nada. En un contexto social en el que hasta ahora había primado el sentir religioso, es natural que la creencia otorgue certeza y validez solamente a sus sacramentos. En honor a la verdad el rito religioso no es más que el paripé del efecto interior y espiritual que dios obra en las almas a través de estos símbolos y es causante de gracia, según sus convicciones…
Pero si la creencia desaparece, si la convicción no es la religiosa, entonces ¿qué papel otorgamos a la ceremonia ritual? ¿Sólo el del paripé? Creo que debemos ser más respetuosos con nuestra necesidad ritual, comprenderla y situarla en el lugar que le corresponde; En un contexto laico, de sentimiento no religioso, las ceremonias tienen el valor que han tenido desde que el hombre es hombre; celebrar los cambios y hacerlos públicos para que así la comunidad los acepte y respete.
Uno de estos momentos, que debemos quitar del cajón de los paripés como quitamos en su día el de la boda, es el nacimiento. La iglesia a través del rito del bautismo, concepto que le es propio, justifican a través de sus creencia la inclusión del recién nacido en la comunidad cristiana. Por lo tanto este término no es apropiado para representar otros ritos ajenos a este. Las instituciones civiles (juzgados y ayuntamientos) están utilizando inadecuadamente este término y cayendo por lo tanto en el error de la simulación y el fingimiento de lo religioso, es decir del paripé, cuando esa no debe ser la pretensión.
Desde Ceremonias Alternativas queremos otorgar al Rito de Bienvenida el lugar que le corresponde. Públicamente, ante la familia y los amigos, es decir, ante la comunidad, los padres y la familia desean celebrar la llegada del nuevo ser y de comprometerse con él en la satisfacción de sus necesidades básicas, de sus necesidades emocionales y de sus necesidades sociales. Motivos más que suficientes para diseñar para ellos ceremonias que expresen estos momentos y estos sentimientos.
A través de sencillos ritos realizados con los elementos naturales (el agua, la arena, el fuego…) representamos estos dos importantes aspectos que deben formar parte de la expresión social de este momento; la Bienvenida al infante y el Compromiso de amor y cuidados por parte de los padres. Y lo hacemos celebrando en un solo rito tres Bienvenidas que separamos por sus diferentes significados; La Bienvenida a la Vida, representada a través del agua; la Bienvenida a la Familia, representada a través de la tierra; y la Bienvenida a la Comunidad representada a través de la Imposición del Nombre, un rito imprescindible que añadimos a esta ceremonia.
Si los padres desean celebrar este momento haciendo uso de la tradicional figura de los padrinos, una vez definida por ellos su responsabilidad y colaboración futura para con el recién nacido, se procede a representarla y confirmarla a través de un rito simbólico basado en el fuego (velas, incienso, etc.)
Esta no es más que una de las posibles propuestas que ofrecemos y que muestran nuestra forma de entender la ritualidad, y porque no, la espiritualidad. Creemos que su expresión define perfectamente lo que se viene a comunicar y celebra adecuadamente el sentir de los padres y de la familia. Son precisamente estos factores los que se deben buscar en los ritos laicos.
Fernando Rivadulla