viernes, 7 de octubre de 2011

Las bodas civiles superan ya a las religiosas en la provincia de Ourense

El número de matrimonios cayó un 34,4% desde 2000, debido al proceso de secularización de la sociedad ourensana pero también al descenso de población entre los jóvenes

Fuente: Laicismo.org
Autor: Laicismo.org
Fecha de publicación: 04/10/2011
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Las parejas ourensanas que decidieron hacer firme su compromiso matrimonial mediante una boda de tipo civil en el último año superaron, por vez primera, a las que lo hicieron por la vía religiosa, según los últimos datos provisionales sobre nupcias hechos públicos por el Instituto Galego de Estatística (IGE) la pasada semana. En concreto, de los 852 enlaces conyugales que anotó la provincia en 2010, un total de 389 se materializaron en una iglesia -católica- y 454 ante un juzgado o una casa consistorial -existiendo, además, ocho en los que no consta el tipo de celebración y un casamiento de otra religión-.

Este cambio de tendencia, constatado en las provincias de A Coruña y Pontevedra hace dos años, se produjo también en la de Lugo en 2010 y se suma a otra dinámica distinta: la merma importante en el número de parejas que, año tras año, deciden casarse en la provincia, tanto por lo civil como por lo religioso (al igual que ocurre en el conjunto gallego). En este sentido, las estadísticas también son categóricas. Revelan que Ourense sufrió una caída de un 34,41% en el total de casamientos registrados el pasado año (852) con respecto a los que se produjeron al inicio de la década (hubo 1.299 en el 2000), disminución que en este período se sitúa en un 22,27% de media en el conjunto gallego, siendo la provincia ourensana la que constata un mayor descenso.

Ambas realidades, según Miguel Cancio, profesor de Sociología en la Universidade de Santiago de Compostela, se deben, entre otros, a dos factores fundamentales: 'Al importante proceso de secularización que se vive ahora, en donde la gente huye de la cultura rígida del deber religioso en busca del confort' y a que, 'con respecto a las bodas civiles, los enlaces religiosos son más caros y burocráticos'. Asimismo, además, sostiene que, 'en la actualidad, los que deciden casarse por la Iglesia lo hacen más por la espectacularidad del acto en sí mismo que por convicción'. Desde el ámbito religioso, Emilio Outomuro, párroco en ejercicio desde hace más de 30 años en la Diócesis de Ourense, lamenta que 'cada vez hai menos bodas relixiosas porque supoñen un compromiso para toda a vida e, eso, -asegura-, asusta hoxe en día ós novos, que prefiren xuntarse sen máis'.

jueves, 6 de octubre de 2011

¿Por qué no te casas?

Aumenta la convivencia en pareja mientras caen los matrimonios en España - Más de la mitad de las menores de 30 años han formado una unión de hecho.

Fuente: El País.com
Autor: Charo Nogueira
Fecha de publicación: 28/08/2011
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Algunas parejas de hecho escuchan la pregunta con frecuencia: "¿Por qué no te casas?". La respuesta suele ser un "porque no quiero". Una falta de voluntad que puede albergar la alergia al papeleo, la sensación de que aún no ha llegado el momento o el derecho a decidir la vida propia al margen de las instituciones. Y eso pese a los inconvenientes: las uniones de hecho, registradas o no, tienen ciertos derechos menguados, mayores dificultades para hacerlos valer y, en ciertos casos, notable inseguridad jurídica. En cambio, el matrimonio, la pauta tradicional y desde 2005 abierta a las personas del mismo sexo, reporta beneficios automáticos. Pero no todo es cuestión de derechos. También están las libertades.

"Cuando se preguntan los motivos para casarse, la respuesta siempre es la misma: 'porque nos queremos", señala Gerardo Meil, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid. Pero el amor también justifica convivir sin pisar el juzgado o el altar. Y ese es un paso cada vez más frecuente, aunque podrá medirse tras el censo de este otoño. En el anterior, de 2001, las parejas de hecho eran más de medio millón, frente a casi nueve millones de matrimonios. Los expertos prevén ahora un guarismo muy superior. Sobran motivos: más de la mitad de las mujeres de menos de 30 años que conviven o lo han hecho formaron su primera unión sin casarse, uno de cada cinco jóvenes (21,6%) se inclina por la convivencia sin boda y uno de cada tres bebés nace fuera del matrimonio.

¿Por qué no casarse? "Es la pregunta del millón. A falta de estudios, la respuesta solo puede ser tentativa", responde la socióloga Marta Domínguez Folgeras. "Hay gente que cree que el matrimonio está pasado de moda, o que ya no tiene tantas ventajas gracias a las leyes que van igualando los derechos de convivientes y casados, o que es más fácil deshacer una pareja si no hay boda", enumera esta profesora de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona). "Un sustrato ideológico de libertad y la mayor autonomía femenina también están detrás del fenómeno", añade.

Elementos que se suman en una fórmula en boga y "con perfiles menos marcados", concreta Domínguez, autora del estudio 1995-2006. Diez años de cambios en las parejas españolas (CIS, 2011). A tenor de su investigación, algo más de seis de cada 10 mujeres menores de 30 años que conviven o lo han hecho formaron la primera unión sin casarse (los datos proceden de encuestas de fecundidad, en las que solo se pregunta a féminas). En 1995 eran algo más del 20% y esa fórmula se ceñía sobre todo a las mujeres de nivel educativo alto y, en general, con trabajo remunerado. Esas dos características ya no pesan, pero sí otras: la convivencia sin boda es más frecuente en el mundo urbano, entre quienes han vivido algún tiempo fuera de la casa paterna y entre los hijos de divorciados. La edad también es relevante: a mayor juventud, mayor convivencia de hecho.

"Uno de los factores que empujan a los jóvenes a optar por la convivencia es que consideran que su forma de vida es un asunto privado que no compete a nadie", tercia Luis Ayuso, profesor de sociología en la Universidad de Málaga. Uno de cada cuatro que convive o piensa hacerlo considera que la boda "es pura apariencia social", añade este experto que ha trabajado en los informes Jóvenes Españoles de la Fundación Santa María.

La apuesta por la convivencia gana terreno pese a que la fórmula se topa con mayores inconvenientes que los matrimonios. Entre ellos, cierta inseguridad jurídica. A falta de una ley estatal que regule las uniones de hecho, las comunidades autónomas han legislado, pero no todas ni de la misma manera. De las 17, 13 han aprobado leyes distintas -alguna muy completa, como la catalana, pionera en 1998-. Cuatro carecen de norma, aunque tres de ellas, junto con Ceuta y Melilla, sí han creado registros de parejas. Se trata de Castilla-La Mancha, Castilla y León y La Rioja. La Comunidad Autónoma de Murcia es la única en la que, amén de no haber ley, tampoco hay registro autonómico. En normas estatales, como la que regula la pensión de viudedad, se recoge cierta equiparación de derechos entre casados y convivientes, pero por lo general a los últimos se les exigen más requisitos, aunque su unión conste oficialmente en un registro. Y eso ese paso no se da siempre.

"Hay muchas uniones que no quieren tener papeles, y asumen los inconvenientes de no registrarse", explica Ayuso. Prima el afán de libertad, la convivencia sin ataduras. "No lo veo tan raro. Dar el paso de registrarse tiene cierto componente ritual y entraña compromiso. Es como un matrimonio de segunda clase. Por eso, muchos prefieren casarse antes que registrarse", apunta Meil, autor de Las uniones de hecho en España
(CIS, 2003).

"Tras hacer encuestas y trabajos cualitativos con jóvenes sobre los motivos para casarse", explica este experto, "he llegado a la conclusión de que la gente, además de valorar las ventajas legales que ofrece el matrimonio, que normalmente desconoce, tiene la percepción de que el rito matrimonial da seguridad". La boda es "un acto formal sacralizado, aunque sea ante un juez", prosigue Meil. "Es algo que hay que organizar, que se realiza ante una persona que representa a la autoridad y ante testigos. Los invitados son el círculo de personas relevantes para los contrayentes y cuya opinión les importa".

La boda equivale a mayor seguridad y compromiso aunque ya pueda disolverse tres, meses después de contraerla. "La idea asentada es que el matrimonio dura para toda la vida, salvo que se rompa. En cambio, la pareja de hecho dura mientras dura", recapitula Meil. Es decir, la convivencia sin papeles tiene un matiz transitorio, mientras el matrimonio carece de "connotación temporal".

Con todo, los matrimonios caen -su número desciende desde 2005 y los civiles superan ya a los religiosos-. La aprobación de las bodas entre personas homosexuales ha contribuido ligeramente a aumentar la cuenta de los civiles. Se han celebrado 18.634 hasta 2010. Entre otros, el de Toni Poveda, presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). "Para nosotros, el matrimonio no solo supone derechos, sino también dignidad, igualdad legal. Tiene mucho de militancia". Pero también hay parejas homosexuales que optan por la convivencia sin papeles. "Quieren tener menos deberes, aunque eso les genere menos derechos. Está el afán de libertad y el hecho de que el matrimonio se ha considerado durante mucho tiempo una institución arcaica", afirma Poveda.

No hay datos para saber si el descenso de los matrimonios guarda relación con un incremento de las parejas o si es otra consecuencia más de la crisis económica y que retrasaría la creación de nuevos hogares al margen del estado civil de sus protagonistas, sostiene Meil. "Lanzarse a convivir está condicionado por la seguridad en el empleo, por tener dinero para un piso...".

De lo que sí está convencido este catedrático es de que la pareja de hecho se plantea con frecuencia como un "matrimonio a prueba", un paso previo para acabar en el juzgado o la iglesia, señala el catedrático de la Autónoma. La procreación sigue empujando a los españoles casarse, aunque sea cuando los hijos ya han nacido, añade. Pero esa pauta general de casarse para tener hijos o al tenerlos también se quiebra, según el investigador Daniel Devolder, del Instituto de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. En la encuesta de demografía de Cataluña de 2007, ha observado un cambio que considera extrapolable a toda España: antes las parejas tendían a casarse cuando se decidían a ser padres, ahora se lanzan en mayor medida a tener hijos sin pasar por el templo o el altar. La Constitución y el Código Civil establecen la igualdad entre los hijos, nazcan dentro o fuera del matrimonio. Estos últimos han ido en aumento: ya son el 34,5% de los recién nacidos.

Con hijos o sin ellos, ¿qué inclina la balanza para decidir el tipo de boda? Las creencias religiosas, en primer lugar, según la investigación de Ayuso. La fe empuja a la Iglesia, y su ausencia, al Ayuntamiento o el juzgado. La tradición familiar influye ante los enlaces religiosos. La tolerancia social y la secularización también pesan en los platillos.

Pese al auge de la convivencia, la mayoría de los jóvenes piensa en casarse, según los datos de este profesor de la Universidad de Málaga. El matrimonio es la expectativa mayoritaria para las personas de 15 a 24 años: "El 39,5% preferiría casarse por la Iglesia, el 16,8% por lo civil; el 12,7% haría una pareja sin papeles, el 8,9%, con papeles". El 3,1% apuesta por no convivir de ninguna forma y el 19% no sabe o no contesta. Si se cumplen esos propósitos, el matrimonio seguirá gozando de una salud relativamente buena.

"Antes la pareja estaba formada por un hombre y una mujer con un proyecto común, que se casaban para tener hijos y ayudarse mutuamente. Ahora la pareja no tiene por qué estar formada por hombre y mujer, ni tiene por qué casarse ni tener hijos. Ni siquiera tienen que vivir juntos", reflexiona Luis Ayuso. "El matrimonio ya no es una unidad, sino dos personas", prosigue. Y la pareja de hecho, también.
Derechos y trabas
- Aunque las leyes han avanzado en la equiparación de derechos con los matrimonios, a las parejas de hecho se les suelen exigir unos tiempos de convivencia mínimos que no rigen para los casados.

- La Seguridad Social dispone de la regulación más concreta sobre parejas de hecho a nivel estatal. Es la que afecta a la pensión de viudedad. Para percibirla, la pareja superviviente debe demostrar al menos cinco años de convivencia ininterrumpida en el lustro anterior al fallecimiento. Para quien se hubiera casado basta un año de matrimonio.

- Para que un miembro de una pareja tenga derecho a la asistencia sanitaria derivada de la cartilla del otro es preciso acreditar un año de convivencia continuada. Para los casados es un derecho automático.

- El derecho civil general reconoce menores derechos a las parejas que a los matrimonios ante las herencias. De no haber testamento, el viudo de hecho carece de derecho a herencia. En los matrimonios, el miembro superviviente siempre tiene derechos.

- La Ley de Arrendamientos Urbanos establece que, en caso de fallecimiento, el cónyuge del inquilino tiene derecho a la prórroga del contrato de la vivienda. En cambio, la pareja debe debe llevar al menos dos años de convivencia. Sin embargo, este requisito no rige si existen hijos en común.

miércoles, 5 de octubre de 2011

VigoBodas

Un año más la feria VigoBodas volverá a contar con nuestra presencia.
Desde aquí invitamos a clientes y amigos a visitar nuestro stand. Esperamos tener la posibilidad de conoceros y mostraros las novedades de nuestra oferta ceremonial, las mejoras añadidas a la organización de nuestras bodas y celebraciones, y por supuesto nuestros menús y sus posibilidades de personalización.
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VigoBodas (Ceremonias y Celebraciones) es una feria de productos y servicios para bodas, comuniones, bautizos y actos sociales.

martes, 4 de octubre de 2011

De Ritos y Rituales. De comuniones y confirmaciones (2ª parte)

imposiciondemanosEstá resultando sencillo sustituir las ceremonias religiosas de nacimiento y matrimonio por otras civiles o laicas. Esto se debe a que los motivos que nos impulsan a celebrar estos eventos podemos desmarcarlos del sentir religioso y atribuirles un significado más acorde a modernos criterios sociales; de hecho los bautizos están siendo sustituidos por ceremonias de bienvenida, de acogida o de otorgamiento de la carta de ciudadanía, denominaciones que pretenden devolver a estos rituales su verdadero significado. Las instituciones civiles están ayudando en este aspecto al generar actividades rituales con las que celebrar los requisitos legales que hay tras las firmas e inscripciones en sus registros. También es cierto que el impulso costumbrista de estos eventos es difícil de abortar y es que en el fondo siempre existirá nuestra natural necesidad de ritualizar los momentos importantes de nuestra vida.

Esta necesidad es también la que nos debe impulsar a la hora de celebrar otros dos importantes momentos que hasta ahora pudiera parecer que sólo tienen significación religioso, me refiero por supuesto a la primera comunión y a la confirmación. Ha llegado el tiempo de desvincular estos dos importantes momentos del contexto religioso, devolverles su verdadero significado natural, social y humano, y en consecuencia celebrarlos con rituales acordes y adaptados al sentir laico. No podemos dejar de celebrar los ritos de entrada en la pubertad y en la madurez, que de eso se trata, pues desde siempre han tenido tanta importancia o más que el nacimiento y el matrimonio.

Ahora nuestra sociedad, en este giro evolutivo hacia la laicidad, se encuentra con un vacío ritual que debe ser llenado. El rechazo del rito religioso unido a la desconexión del significado original de estos ritos y quizás también a que las instituciones no están ofreciendo alternativas a este respecto, pueden estar abocando estas celebraciones a la desaparición. Pero no debemos caer en el error de realizar un paripé de lo religioso. Una sociedad que madura en el camino hacia la laicidad debe saber alejarse de la influencia religiosa y así poder redescubrir y recuperar el sentir natural del ser humano. La religión tomó lo que ya existía, lo transformó y lo impuso con sus propias normas. Ahora nos toca a nosotros recuperar lo que siempre fue, adaptarlo a las nuevas formas, a los nuevos tiempos, para que sea incluido en el sentir laico y en base a nuestra libertad de conciencia crear una nueva forma de sentir y celebrar la vida ajena a todo credo, fundamentalismo o imposición formal.

La religiosa primera comunión ha sustituido, quizás abocada por su propia moral, a los antiguos ritos de paso de la niñez a la pubertad. No olvidemos que al fin y al cabo lo que se celebraba con estos ritos era la madurez sexual. A su vez la confirmación (la conversión en “soldados” de Cristo) ha sustituido a los importantísimos ritos de madurez, a través de los cuales se adquiere la condición de adulto y se puede acceder a los diferentes status sociales (político, guerrero, sacerdote…)

Ahora nos toca a nosotros reconocer la importancia de estos momentos, redescubrir su significado y volver a ritualizarlos adaptando las formas al sentir laico. Como dice Ana Lía López en su estudio sobre las ritualidades contemporáneas “los ritos contemporáneos parecen exceder en mucho la búsqueda de legitimación de la entrada en la madurez sexual y aparecen como una acuciante demanda de reconocimiento, de ser, de existir, de habilitación como ser cultural, perteneciente a algún lugar social.

Fernando Rivadulla

sábado, 9 de julio de 2011

De Ritos y Rituales. De comuniones y confirmaciones… (1ª parte)

CandadosPara entender mejor el contenido de este artículo es conveniente conocer las diferencias existentes entre dos conceptos que etimológicamente pudieran parecer sinónimos pero que en el uso su significado es totalmente distinto, me refiero al rito y a la ritualidad. Distinguirlos nos ayudará a entender mejor nuestra cultura y nuestras costumbres, al menos en el ámbito de las celebraciones.

El rito es aquella ceremonia simbólica compuesta por un conjunto de reglas y normas, establecidas en el tiempo y en la tradición, y que se repiten de manera estricta e invariable para expresar el contenido de algún mito, entendiendo por este; un relato de hechos maravillosos cuyos protagonistas acostumbran a ser personajes sobrenaturales o extraordinarios. Se constata que los mitos forman parte del sistema religioso de una cultura, que los considera historias verdaderas. Tienen la función de otorgar un respaldo narrativo a las creencias centrales de una comunidad.

El ritual es la observación de las formalidades y normas establecidas para realizar el rito, es decir, la expresión formal del rito. Y esta se lleva a cabo a través de símbolos que representan las creencias que subyacen en el mito. Y esta no es una cuestión baladí, este acto pedagógico procura la asimilación directa de los conceptos a través de las imágenes simbólicas. Es, ni más ni menos, que la puesta en escena de nuestro más atávico pensamiento mágico. Ahora bien, el ritual no sólo pretende expresar los ritos, esta no es más que una de sus facetas. Otra no menos importante es la de facilitar la necesidad natural de expresar las creencias (no necesariamente religiosas) y los cambios de estado o estatus (ritos de paso o de iniciación)

Las circunstancias han facilitado la asociación de estos dos conceptos a lo estrictamente religioso, y nada más lejos de la verdad. En nuestra vida diaria tenemos la oportunidad de presenciar y de compartir infinidad de rituales seculares que poseen sus propias normas, su propia tradición y la misma carga simbólica y mágica que los religiosos. A tal fin podríamos señalar infinidad de rituales sociales (fiestas nacionales), culturales (premios, reconocimientos), políticos (nombramientos), deportivos (ceremonias de clausura y apertura de las olimpiadas), etc. En nuestro día a día celebramos y participamos en rituales muy arraigados, dotados de su propio ritmo, símbolos, textos, música pero que pasan desapercibidos. Los cumpleaños por ejemplo; con su reunión social, su ágape, su tarta, sus velas, sus deseos, sus canciones, sus regalos, sus felicitaciones, cumplen todos los requisitos formales para que se le otorgue la consideración de ritual. Y hay más; las celebraciones de fin de año y año nuevo (brindis, uvas), despedidas de soltería, los pasos de ecuador estudiantiles, las jubilaciones… son los que más pronto me vienen a la cabeza. Y gracias en gran medida a las nuevas tecnologías y la facilidad en la comunicación, que surgen rituales nuevos; quiero hacer alusión a uno de ellos que destaca por su simpleza y por su hermoso contenido. Hablo de escribir tu nombre y el de tu amante en un candado para dejarlo eternamente colocado en la barandilla de algún puente o estructura de especial significado. Que expresión más sencilla de amor, esperanza e ilusión… En la toscana “Vía de L’amore” se amontonan por cientos en cualquier sitio susceptible de ser colocado (la foto que acompaña a este texto está tomada en la puerta de entrada de la Vía). Me dejó muchos más en el tintero.

Los rituales son el fruto de nuestro innato pensamiento mágico. Tenemos una necesidad de celebrar los momentos importantes de nuestra vida y de hacerlos públicos, un impulso natural del corazón a compartir y hacer partícipe a la comunidad de nuestro cambio de estado o estatus. Es por ello por lo que, en virtud de esta forma de pensamiento, ritualizamos esos momentos y los representamos con símbolos. El pensamiento mágico sigue presente hoy día, no sólo en las consultas de de toda suerte de adivinos, curanderos y nigromantes, sino también -y sobre todo- en la asunción que hacemos de los resultados que tendrá para nosotros lo no demostrado, lo no comprobado (cremas mágicas, dietas mágicas, productos mágicos…) y que entra por nuestros ojos fundamentalmente a través de la televisión y los medios publicitarios. De la misma manera que estos medios se aprovechan de la existencia del pensamiento mágico para “colocarnos” sus productos milagros, la Iglesia se ha aprovechado a lo largo del tiempo para colocarnos también sus propios mitos y adaptarlos así a los ritos naturales ya existentes. Al igual que hizo al colocar sus iglesias en los lugares de culto pagano con el único objetivo de sustituir las creencias locales y evitar así la competencia, ha institucionalizado ritos religiosos que han ido sustituyendo en la memoria a los ritos de paso preexistentes (nacimientos, bodas, funerales…) Pero quiero hacer especial mención aquí a los ritos iniciáticos de la pubertad y la madurez que han quedado totalmente desvirtuados en sus significados originales al ser sustituidos por los ritos cristianos de la primera comunión y de la confirmación. A ellos dedicaré la segunda parte de esta entrada…

Fernando Rivadulla

lunes, 27 de junio de 2011

Los mal llamados bautizos civiles…

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Muchos de nuestros amigos y clientes todavía definen las alternativas ceremoniales que les proponemos como un “paripé”. Es un término con el que no nos identificamos y del que queremos escapar en honor a la importante y fundamental labor social que creemos realizar.

El paripé es una simulación, un fingimiento, así lo define el diccionario. Y de ninguna manera nuestro trabajo pretende simular o fingir nada. En un contexto social en el que hasta ahora había primado el sentir religioso, es natural que la creencia otorgue certeza y validez solamente a sus sacramentos. En honor a la verdad el rito religioso no es más que el paripé del efecto interior y espiritual que dios obra en las almas a través de estos símbolos y es causante de gracia, según sus convicciones…

Pero si la creencia desaparece, si la convicción no es la religiosa, entonces ¿qué papel otorgamos a la ceremonia ritual? ¿Sólo el del paripé? Creo que debemos ser más respetuosos con nuestra necesidad ritual, comprenderla y situarla en el lugar que le corresponde; En un contexto laico, de sentimiento no religioso, las ceremonias tienen el valor que han tenido desde que el hombre es hombre; celebrar los cambios y hacerlos públicos para que así la comunidad los acepte y respete.

Uno de estos momentos, que debemos quitar del cajón de los paripés como quitamos en su día el de la boda, es el nacimiento. La iglesia a través del rito del bautismo, concepto que le es propio, justifican a través de sus creencia la inclusión del recién nacido en la comunidad cristiana. Por lo tanto este término no es apropiado para representar otros ritos ajenos a este. Las instituciones civiles (juzgados y ayuntamientos) están utilizando inadecuadamente este término y cayendo por lo tanto en el error de la simulación y el fingimiento de lo religioso, es decir del paripé, cuando esa no debe ser la pretensión.

Desde Ceremonias Alternativas queremos otorgar al Rito de Bienvenida el lugar que le corresponde. Públicamente, ante la familia y los amigos, es decir, ante la comunidad, los padres y la familia desean celebrar la llegada del nuevo ser y de comprometerse con él en la satisfacción de sus necesidades básicas, de sus necesidades emocionales y de sus necesidades sociales. Motivos más que suficientes para diseñar para ellos ceremonias que expresen estos momentos y estos sentimientos.

A través de sencillos ritos realizados con los elementos naturales (el agua, la arena, el fuego…) representamos estos dos importantes aspectos que deben formar parte de la expresión social de este momento; la Bienvenida al infante y el Compromiso de amor y cuidados por parte de los padres. Y lo hacemos celebrando en un solo rito tres Bienvenidas que separamos por sus diferentes significados; La Bienvenida a la Vida, representada a través del agua; la Bienvenida a la Familia, representada a través de la tierra; y la Bienvenida a la Comunidad representada a través de la Imposición del Nombre, un rito imprescindible que añadimos a esta ceremonia.

Si los padres desean celebrar este momento haciendo uso de la tradicional figura de los padrinos, una vez definida por ellos su responsabilidad y colaboración futura para con el recién nacido, se procede a representarla y confirmarla a través de un rito simbólico basado en el fuego (velas, incienso, etc.)

Esta no es más que una de las posibles propuestas que ofrecemos y que muestran nuestra forma de entender la ritualidad, y porque no, la espiritualidad. Creemos que su expresión define perfectamente lo que se viene a comunicar y celebra adecuadamente el sentir de los padres y de la familia. Son precisamente estos factores los que se deben buscar en los ritos laicos.

Fernando Rivadulla

domingo, 26 de junio de 2011

Ritualidad y LGBT

La ley de Igualdad de Matrimonio aprobada ayer día 26 de junio por el senado del estado de Nueva York a través de la cual se permiten y regulan los matrimonios entre personas del mismo sexo nos hace volver la vista atrás y nos invita a una profunda reflexión…

Mucho tiempo ha pasado desde que en aquel junio de 2005 se aprobara en España una ley similar. A día de hoy poco progreso ha habido en el resto del mundo a este respecto. Es normal la indignación, palabra ahora tan de moda, de todos los colectivos LGBT mundiales. Tanto en Europa como en Norteamérica no son más que media docena de estados los que a través de valientes y humanas leyes permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo que a estas alturas a nosotros nos parece normal, con el permiso de los colectivos ultra católicos, en otros países son todavía fuente de numerosos conflictos. Los colectivos LGBT han de seguir en lucha una buena temporada hasta que se consiga que, lo que en unos países es un acto consecuente y de justicia, en otros todavía siga siendo una entelequia. Ni nombrar queremos a esos países en los que esta cuestión todavía se dirime en los púlpitos antes que en los escaños y su transgresión se paga incluso con la vida…

En lo que a nosotros compete y desde 2005 modestos pasos se han dado para que las diferentes instituciones públicas se hayan adaptado a las nuevas necesidades que esa ley generó. Los juzgados y los ayuntamientos han ido gestionando lenta y paulatinamente, a medida que las solicitudes los iban desbordando, espacios y ritos para atender la demanda ceremonial que comenzó a surgir desde los diferentes colectivos humanos que por una u otra razón no pueden o no quieren acceder a los ritos establecidos en nuestras costumbres (nos referimos a los religiosos, por supuesto). Entre ellos cabe destacar el colectivo de personas separadas o divorciadas, que si por la Iglesia fuera tendrían vetada incluso la entrada en el propio templo. El colectivo cada vez más amplio de no creyentes, de indiferentes, e incluso de no practicantes que desean optar a ritos laicos antes que a los religiosos; no olvidemos que una encuesta realizada en el lejano 2008 reflejaba que apenas un 29% de los españoles se declaran cristianos practicantes y el I.N.E. certificaba que en 2010, por primera vez en la historia de este país, las ceremonias civiles superaron a las religiosas. Y no podemos olvidar el colectivo LGBT, protagonistas de este post, y al que tanto le ha costado acceder al “mercado” ceremonial. Y prácticamente hablamos nada más que de bodas, los nacimientos no se celebran civilmente nada más que en un puñado de ayuntamientos, y del resto de ceremonias ya ni hablamos…

Ahora empresas como la nuestra, conocedoras de estas realidades y sensibles a sus necesidades, damos comienzo una nueva etapa en este país en la cual la empresa privada se sitúa en ese espacio vacío entre las conocidas y aburridas ceremonias religiosas tradicionales y las impersonales y descoloridas ceremonias civiles. Se trata por fin de celebrar el amor, la alegría, la vida y hacerlo de manera acorde al sentir de nuestros corazones y dando rienda suelta a nuestra libertad de expresión, a nuestra creatividad y a nuestros sueños. Debemos sentirnos libres a la hora de expresar nuestras decisiones y la manera en la que lo hemos de hacer.

Ceremonias Alternativas, empresa pionera en Galicia, diseña y celebra no sólo ritos laicos de creación propia sino que revive y readapta la tradición celta a través de la cual nuestros ancestros celebraban sus ritos de paso. No sólo los momentos importantes por excelencia como lo son las bodas y los natalicios (ritos de bienvenida a la vida o imposición de nombre), que existen desde que el hombre es hombre, antes incluso del sentir religioso. Sino también aquellos ritos que han sido absorbidos por las distintas religiones; como el paso a la adolescencia (comunión), el paso a la edad adulta (confirmación) e incluso los ritos fúnebres.

Ha llegado el momento de optar por esta nueva manera de expresar los momentos importantes de nuestra vida. Nuestros ritos de paso (de cambio) hemos de sentirlos hermosos, solemnes y sagrados independientemente de nuestro sentir religioso.

Fernando Rivadulla

lunes, 14 de febrero de 2011

Necesidad ritual y oficialidad del rito

Es evidente que el ser humano es un ser ritual. A lo largo de las edades ha sabido expresar adecuadamente no sólo los distintos momentos de cambio en la vida (ritos de paso) sino también todos aquellos eventos de importancia social o comunitaria. Con el tiempo, las distintas confesiones religiosas que han ido naciendo en las diferentes culturas se han adueñado de esos ritos y les han conferido el rango de sagrado en base a sus propias creencias y en virtud de sus sacramentos y liturgias

Antes de la llegada de las distintas confesiones religiosas los ritos contenían ya una alta carga simbólica, eran la expresión de la magia natural, de la observación de la naturaleza de la vida y de sus circunstancias como algo desconocido que se pretendía entender y situar. El símbolo era el lenguaje básico de comunicación ritual, buscaba expresar una intención y ratificarla ante la comunidad.

Las distintas confesiones religiosas se apoderaron de los antiguos ritos y símbolos y los sustituyeron por otros más acordes a los intereses de sus dogmas y creencias. Pero es indudable que seguían posibilitando la necesidad natural del rito, canalizada a través de una atractiva escenificación y pretendiendo dotar, al hecho sagrado, de valor institucional. Esto provocó un cambio en nuestra percepción que ha arraigado profundamente en nuestra mente a lo largo del tiempo haciéndonos creer que sólo lo religioso puede ser sagrado, y sólo lo sagrado puede ser oficioso. Ahora somos testigos del nacimiento de un nuevo paradigma que necesita nuevas fórmulas de expresión en todos los ámbitos de la existencia, entre ellos el social, entre ellos el ritual.

El estamento civil ha de ser el garante de los derechos y deberes con respecto a nuestras decisiones sociales y de paso (nacimiento, matrimonio, fallecimiento, etc...) como ya viene haciendo, pero es un error creer que la manera en que está decidiendo expresar simbólicamente estos momentos sea la única válida. No debemos confundir entre la oficialización y el rito; el primero no es más que el registro del acto social y su confirmación legal; el segundo es la natural necesidad de expresión del significado del acto.

Hoy por hoy nacen iniciativas en juzgados y ayuntamientos que buscan reflejar de manera no religiosa esa necesidad social de la que hablamos y de la que es plenamente consciente. Pero no son más que alternativas al acto frío y seco del registro civil, de la oficialización institucional. Que la institución civil pretenda apropiarse de la expresión laicista de un acto social no haría más que imitar a la apropiación realizada en su momento por la institución religiosa. Es poco probable que esto ocurra, lo que realmente se denuncia aquí es la posible dinámica que genere la creencia que el rito del ayuntamiento o del juzgado es el único válido. Lo válido es su oficialidad no su expresión. Pensamiento este que invita a no confundir la oficialidad del acto, con la oficialidad del rito y su posible exclusiva.

La necesidad ritual es innata al ser humano y debe ser este, en su libertad de consciencia, quien decida como expresar los distintos momentos de su vida, como establecer el rito o protocolo y que símbolos utilizar para una mejor y adecuada expresión de su necesidad. Ceder esta libertad a una nueva institución podría reverberar en nosotros antiguos ecos bajo el yugo de la cruz. Es La decisión del hombre la que confiere sacralidad a sus actos y esta concesión no depende de la justificación divina de un acto religioso sino que es inherente a las decisiones y gestos del hombre y de la mujer que se realizan en libertad y acorde a su esencia natural.

Fernando Rivadulla

lunes, 31 de enero de 2011

Casi el 65% de las bodas son civiles, mayoritarias ya en las cuatro provincias gallegas

Fuente: Diario de Pontevedra
Autor: Galicia
Fecha de publicación: 28/01/2011

Galicia celebró por primera vez en 2009 más matrimonios civiles que religiosos, fruto de una tendencia de cambio imparable en los últimos años que incluso parece haberse acelerado. Si en 2009 un 50,1 % de las bodas fueron oficadas por un funcionario, en el primer semestre del pasado año eran ya casi 64 de cada cien, una cifra similar a la media española. Y es que ya son mayoritarias en las cuatro provincias, mientras que en el cojunto de 2009 las religiosas aún ganaron en Ourense y Lugo.

Esta última sigue siendo la que conserva en mayor medida la tradición del enlace católico, pero los no religiosos han avanzado tanto que son ya más del 59% del total. En Ourense se acercan al 64%, en Pontevedra representan el 64,4 y en A coruña, casi el 67 %.

Otra tendencia común a las cuatro provincias es la del descenso de los nuevos matrimonios. En el primer semestre de 2010 se celebraron 3.700, mientras que en ese período de 2009 se superaron los 3.900.

Casarse por la iglesia ya no está de moda...

Durante el primer semestre de 2010, más de la mitad de las uniones que se celebraron en la provincia fueron laicas · Los enlaces católicos pierden el liderazgo y bajan del 53 al 47% en apenas un año.

Fuente: Granadahoy.com
Autor: S.V. / Granada
Fecha de publicación: 30/01/2011
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Casarse no está de moda. Quizá por la crisis y lo que cuesta organizar una boda, quizá por el cambio de mentalidad de los jóvenes o quizá por el aumento de los solteros, lo que es cierto es que cada año se celebran menos bodas.

Pero los que aún deciden casarse han dado un vuelco a las estadísticas y en la provincia de Granada por primera vez se celebran más matrimonios civiles que religiosos.

Según las diferentes estadísticas y registros de enlaces, las uniones por la religión católica en la provincia han pasado de suponer un 53% durante el primer semestre de 2009 al 47,2% registrado durante los primeros seis meses del año pasado. Una caída que contrasta con el repunte de los enlaces exclusivamente civiles, que han pasado de suponer el 45% al 51,9 en el primer semestre del año pasado, según los datos extraídos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y del Instituto de Estadística de Andalucía (IEA).

De enero a junio de 2010 se celebraron en la provincia de Granada un total de 1.248 matrimonios según la estadística de Movimiento Natural de la población actualizada por el INE esta semana. En este primer semestre del pasado año, junio fue el mes con más bodas (410) y enero el que menos (88).

Del total de enlaces celebrados, 648 fueron solo civiles (51,9%), 590 se celebraron según la religión católica (47,2%) y cinco correspondieron a otras religiones. Unos datos que contrastan con los del mismo periodo de 2009. Según el IEA, en esos seis meses se celebraron 1.419 enlaces, 171 uniones menos en apenas un año. De estos, 764 fueron católicos (53,8%), 649 sólo civiles (45%) y seis de otras religiones.

Con estos datos, y si se sigue la tendencia, las bodas civiles ganan terreno y se imponen a los matrimonios por la Iglesia.

En España la cifra de matrimonios eclesiásticos también ha bajado mucho en el último año, lo que ha hecho que la Iglesia responda ya a esta tendencia social de apuesta por las parejas de hecho, los matrimonios civiles o simplemente la ausencia de 'contrato' entre las partes.

El propio portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, sorprendió hace unos días declarando que el matrimonio civil "a los tres meses puede ser disuelto por cualquiera de las partes, sin dar ninguna razón. Es decir: es un contrato mucho más leve que contratar un servicio telefónico o de telefonía móvil, que usted tiene muchas dificultades para rescindirlo, para celebrar uno nuevo", dijo. Además, se quejó de que los matrimonios civiles "se pueden repetir cada tres meses. Es decir: cuatro veces en un año y, en cambio, los canónicos son para toda la vida". Unas declaraciones no exentas de polémica y de reacciones.

Pero lo que está claro son los números y los expedientes de matrimonios religiosos han descendido casi siete puntos porcentuales comparando el primer semestre de 2010 con el de 2009 y por primera vez se celebran en la provincia de Granada más matrimonios civiles (en juzgados, ayuntamientos u otras ceremonias laicas) que dentro de una iglesia.