lunes, 27 de junio de 2011

Los mal llamados bautizos civiles…

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Muchos de nuestros amigos y clientes todavía definen las alternativas ceremoniales que les proponemos como un “paripé”. Es un término con el que no nos identificamos y del que queremos escapar en honor a la importante y fundamental labor social que creemos realizar.

El paripé es una simulación, un fingimiento, así lo define el diccionario. Y de ninguna manera nuestro trabajo pretende simular o fingir nada. En un contexto social en el que hasta ahora había primado el sentir religioso, es natural que la creencia otorgue certeza y validez solamente a sus sacramentos. En honor a la verdad el rito religioso no es más que el paripé del efecto interior y espiritual que dios obra en las almas a través de estos símbolos y es causante de gracia, según sus convicciones…

Pero si la creencia desaparece, si la convicción no es la religiosa, entonces ¿qué papel otorgamos a la ceremonia ritual? ¿Sólo el del paripé? Creo que debemos ser más respetuosos con nuestra necesidad ritual, comprenderla y situarla en el lugar que le corresponde; En un contexto laico, de sentimiento no religioso, las ceremonias tienen el valor que han tenido desde que el hombre es hombre; celebrar los cambios y hacerlos públicos para que así la comunidad los acepte y respete.

Uno de estos momentos, que debemos quitar del cajón de los paripés como quitamos en su día el de la boda, es el nacimiento. La iglesia a través del rito del bautismo, concepto que le es propio, justifican a través de sus creencia la inclusión del recién nacido en la comunidad cristiana. Por lo tanto este término no es apropiado para representar otros ritos ajenos a este. Las instituciones civiles (juzgados y ayuntamientos) están utilizando inadecuadamente este término y cayendo por lo tanto en el error de la simulación y el fingimiento de lo religioso, es decir del paripé, cuando esa no debe ser la pretensión.

Desde Ceremonias Alternativas queremos otorgar al Rito de Bienvenida el lugar que le corresponde. Públicamente, ante la familia y los amigos, es decir, ante la comunidad, los padres y la familia desean celebrar la llegada del nuevo ser y de comprometerse con él en la satisfacción de sus necesidades básicas, de sus necesidades emocionales y de sus necesidades sociales. Motivos más que suficientes para diseñar para ellos ceremonias que expresen estos momentos y estos sentimientos.

A través de sencillos ritos realizados con los elementos naturales (el agua, la arena, el fuego…) representamos estos dos importantes aspectos que deben formar parte de la expresión social de este momento; la Bienvenida al infante y el Compromiso de amor y cuidados por parte de los padres. Y lo hacemos celebrando en un solo rito tres Bienvenidas que separamos por sus diferentes significados; La Bienvenida a la Vida, representada a través del agua; la Bienvenida a la Familia, representada a través de la tierra; y la Bienvenida a la Comunidad representada a través de la Imposición del Nombre, un rito imprescindible que añadimos a esta ceremonia.

Si los padres desean celebrar este momento haciendo uso de la tradicional figura de los padrinos, una vez definida por ellos su responsabilidad y colaboración futura para con el recién nacido, se procede a representarla y confirmarla a través de un rito simbólico basado en el fuego (velas, incienso, etc.)

Esta no es más que una de las posibles propuestas que ofrecemos y que muestran nuestra forma de entender la ritualidad, y porque no, la espiritualidad. Creemos que su expresión define perfectamente lo que se viene a comunicar y celebra adecuadamente el sentir de los padres y de la familia. Son precisamente estos factores los que se deben buscar en los ritos laicos.

Fernando Rivadulla

domingo, 26 de junio de 2011

Ritualidad y LGBT

La ley de Igualdad de Matrimonio aprobada ayer día 26 de junio por el senado del estado de Nueva York a través de la cual se permiten y regulan los matrimonios entre personas del mismo sexo nos hace volver la vista atrás y nos invita a una profunda reflexión…

Mucho tiempo ha pasado desde que en aquel junio de 2005 se aprobara en España una ley similar. A día de hoy poco progreso ha habido en el resto del mundo a este respecto. Es normal la indignación, palabra ahora tan de moda, de todos los colectivos LGBT mundiales. Tanto en Europa como en Norteamérica no son más que media docena de estados los que a través de valientes y humanas leyes permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo que a estas alturas a nosotros nos parece normal, con el permiso de los colectivos ultra católicos, en otros países son todavía fuente de numerosos conflictos. Los colectivos LGBT han de seguir en lucha una buena temporada hasta que se consiga que, lo que en unos países es un acto consecuente y de justicia, en otros todavía siga siendo una entelequia. Ni nombrar queremos a esos países en los que esta cuestión todavía se dirime en los púlpitos antes que en los escaños y su transgresión se paga incluso con la vida…

En lo que a nosotros compete y desde 2005 modestos pasos se han dado para que las diferentes instituciones públicas se hayan adaptado a las nuevas necesidades que esa ley generó. Los juzgados y los ayuntamientos han ido gestionando lenta y paulatinamente, a medida que las solicitudes los iban desbordando, espacios y ritos para atender la demanda ceremonial que comenzó a surgir desde los diferentes colectivos humanos que por una u otra razón no pueden o no quieren acceder a los ritos establecidos en nuestras costumbres (nos referimos a los religiosos, por supuesto). Entre ellos cabe destacar el colectivo de personas separadas o divorciadas, que si por la Iglesia fuera tendrían vetada incluso la entrada en el propio templo. El colectivo cada vez más amplio de no creyentes, de indiferentes, e incluso de no practicantes que desean optar a ritos laicos antes que a los religiosos; no olvidemos que una encuesta realizada en el lejano 2008 reflejaba que apenas un 29% de los españoles se declaran cristianos practicantes y el I.N.E. certificaba que en 2010, por primera vez en la historia de este país, las ceremonias civiles superaron a las religiosas. Y no podemos olvidar el colectivo LGBT, protagonistas de este post, y al que tanto le ha costado acceder al “mercado” ceremonial. Y prácticamente hablamos nada más que de bodas, los nacimientos no se celebran civilmente nada más que en un puñado de ayuntamientos, y del resto de ceremonias ya ni hablamos…

Ahora empresas como la nuestra, conocedoras de estas realidades y sensibles a sus necesidades, damos comienzo una nueva etapa en este país en la cual la empresa privada se sitúa en ese espacio vacío entre las conocidas y aburridas ceremonias religiosas tradicionales y las impersonales y descoloridas ceremonias civiles. Se trata por fin de celebrar el amor, la alegría, la vida y hacerlo de manera acorde al sentir de nuestros corazones y dando rienda suelta a nuestra libertad de expresión, a nuestra creatividad y a nuestros sueños. Debemos sentirnos libres a la hora de expresar nuestras decisiones y la manera en la que lo hemos de hacer.

Ceremonias Alternativas, empresa pionera en Galicia, diseña y celebra no sólo ritos laicos de creación propia sino que revive y readapta la tradición celta a través de la cual nuestros ancestros celebraban sus ritos de paso. No sólo los momentos importantes por excelencia como lo son las bodas y los natalicios (ritos de bienvenida a la vida o imposición de nombre), que existen desde que el hombre es hombre, antes incluso del sentir religioso. Sino también aquellos ritos que han sido absorbidos por las distintas religiones; como el paso a la adolescencia (comunión), el paso a la edad adulta (confirmación) e incluso los ritos fúnebres.

Ha llegado el momento de optar por esta nueva manera de expresar los momentos importantes de nuestra vida. Nuestros ritos de paso (de cambio) hemos de sentirlos hermosos, solemnes y sagrados independientemente de nuestro sentir religioso.

Fernando Rivadulla